Amenaza Volcánica: ocurrencia de fenómenos volcánicos durante una erupción (principalmente flujos de lava, caídas piroclásticas, corrientes de densidad piroclástica, avalanchas de escombros y lahares), que pueden causar pérdida de vidas y afectación a la salud, así como también daños, pérdidas en los bienes, la infraestructura, los medios de sustento, la prestación de servicios y los recursos ambientales" (Adaptada de la Ley 1523 2012).
Erupciones Explosivas: son el tipo de actividad volcánica más potente. Se generan debido a la expansión violenta de gases al interior del volcán, produciendo grandes cantidades de material fragmentario proveniente del magma y de las paredes del conducto volcánico (piroclastos) mezclados con vapor de agua y otros gases volcánicos, que son expulsados violentamente y a altas temperaturas a la atmósfera en forma de columnas eruptivas o transportados lateralmente sobre la superficie del volcán. Todos estos materiales pueden generar caídas de ceniza, emisión de bloques y bombas, así como corrientes de densidad piroclástica (CDP).
Erupciones Efusivas: son erupciones menos explosivas en las que un magma, con menor contenido de gases, asciende por el conducto volcánico y es emplazado sobre la superficie del volcán. Dependiendo de su composición, temperatura, velocidad de ascenso y tasa de emisión, estas lavas pueden emplazarse en forma coladas de lavas (que cubren la superficie formando lóbulos masivos o en bloques), en forma de domos de lava (magmas más fríos y cristalizados que se emplazan en el cráter, en sus alrededores o debajo de éste) o en forma de fuentes de lava, las cuales no son comunes en nuestro ambiente volcánico y son producto de magmas muy fluidos y calientes.
Caída de piroclastos: como consecuencia de las erupciones explosivas, los volcanes emiten a la atmósfera partículas fragmentadas (piroclastos) que, de acuerdo a su tamaño, se clasifican como: ceniza (menor de 2 mm),
lapilli (2 a 64 mm), bloques y bombas (mayor de 64 mm).
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Piroclastos transportados por el viento: fragmentos de ceniza y
lapilli son transportados por el viento hasta zonas alejadas del volcán (hasta de decenas a cientos de kilómetros) y depositados por efecto de la gravedad, formando capas que siguen la topografía preexistente cubriendo generalmente un área muy extensa. La cantidad de piroclastos acumulados y su tamaño de grano disminuyen con la distancia al volcán. En la mayoría de las erupciones se producen caídas piroclásticas y su distribución dependerá de la velocidad y dirección del viento predominante. Las caídas de piroclastos pueden causar: oscurecimiento del ambiente. En la salud humana y animal: infecciones respiratorias, irritación de los ojos y las vías respiratorias, intoxicaciones y alergias. En las infraestructuras y viviendas: cubrimiento y enterramiento, obstrucción de drenajes artificiales, colapso de techos y líneas de conducción eléctrica, corrosión a elementos metálicos. En la agricultura y ganadería: pérdida parcial o total de cultivos y ganado, contaminación de fuentes de agua por sólidos y químicos; tormentas eléctricas y afectación al transporte aéreo y terrestre.
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Proyectiles Balísticos: las bombas y los bloques volcánicos (diámetro desde 64 mm hasta métricos) son expulsados con trayectorias parabólicas desde el cráter, a velocidades de decenas a centenares de metros por segundo. Por lo general, su distribución está restringida a una distancia menor a 10 km del punto de emisión. Los proyectiles balísticos pueden causar la destrucción parcial o total de infraestructura y muerte o lesiones graves de seres vivos por impacto directo; incendios forestales o de viviendas.
Corrientes de Densidad Piroclástica (CDPs): son una mezcla turbulenta de piroclastos y gases calientes, con temperaturas entre 300 y 600 °C. Se desplazan a velocidades de decenas a muy pocos centenares de km/h, desde el centro de emisión, por los flancos del volcán y posteriormente siguiendo los valles de los ríos y quebradas que nacen en él. Se originan a partir del colapso gravitacional de columnas eruptivas, por la destrucción gravitacional y explosiva de domos y flujos de lava o por explosiones laterales. De acuerdo al contenido de gases y concentración de partículas sólidas, las CDPs pueden ser concentradas (flujos piroclásticos) y diluidas (oleadas piroclásticas). Los flujos piroclásticos tienen dos partes: un flujo basal de fragmentos gruesos que se mueve a lo largo de la superficie del suelo y un flujo turbulento de ceniza que se expande por encima, lateral y frontalmente del flujo basal. La ceniza puede caer desde un flujo en un área muy amplia, siguiendo la dirección del viento. Las CDPs diluidas presentan un mayor contenido de gases, son más turbulentas, con una mayor distribución lateral, desplazándose a través de valles y colinas, con la capacidad también de superar barreras topográficas. Se pueden generar conjuntamente con las CDPs concentradas o independientemente de ellas. Las CDPs pueden destruir todo a su paso y, específicamente, pueden causar: arrasamiento e incendio de los elementos expuestos en su trayectoria, debido a sus altas velocidades y temperaturas. Cubrimiento y enterramiento del área expuesta, incluidos obstrucción de cauces, relleno de depresiones topográficas e interrupción de vías de diferente orden. Muerte y graves lesiones a las personas y animales por quemaduras e inhalación de ceniza caliente y gases. La probabilidad de sobrevivir a este fenómeno es muy baja.
Flujos de Lava y Domos de Lava: son corrientes de roca fundida, relativamente fluidas, que son emitidas por el cráter o por grietas en los flancos del cono activo con temperaturas entre 800 °C a 1200 °C. Al salir del cráter forman lenguas que tienden a canalizarse a lo largo de los valles; su velocidad y alcance dependen de su composición, la morfología representada por la pendiente del terreno y las barreras topográficas que encuentren a su paso. Existen lavas fluidas y lavas viscosas: las primeras pueden extenderse hasta decenas de kilómetros desde el foco de emisión; lavas menos fluidas se mueven solamente a unos pocos kilómetros por hora y raras veces se extienden a más de 8 km desde los focos de emisión. Cuando las lavas son muy viscosas se acumulan en los centros de emisión, formando montículos escarpados, o en forma de cúpula, conocidos como domos de lava, que al enfriarse podrían llegar a taponarlos. Los domos pueden explotar o colapsar, generando flujos piroclásticos. En términos generales los flujos de lava se mueven relativamente lento, de manera que las personas pueden alejarse de su trayectoria; sin embargo, todo en su camino será derribado, rodeado, sepultado y quemado, debido a sus altas temperaturas. Las lavas específicamente pueden causar: destrucción de infraestructura, sepultura, quema de cultivos e incendios forestales. Las muertes atribuidas a los flujos de lava pueden ser debido a causas indirectas, tales como las explosiones cuando la lava interactúa con el agua, asfixia debido a los gases tóxicos acompañantes y flujos piroclásticos por colapso de domos. En caso de que exista una erupción que genere flujos de lava, se debe poner particular atención al avance de los mismos hacia centros poblados o infraestructuras.
Lahares: son comúnmente conocidos como flujos de lodo volcánico. Corresponden a una mezcla de fragmentos de roca (centimétricos a métricos), arena, limo, arcilla, biomasa y agua que se desplazan por los cauces de las quebradas y ríos; dependiendo de su volumen, un lahar puede variar su tamaño y velocidad de desplazamiento. En áreas de fuertes pendientes, predominará el arrastre e incorporación de material y sus velocidades pueden exceder los 200 km/h, cuando alcanza zonas topográficamente planas, comienza a depositar parte de la carga de sedimentos y su volumen decrece. Estos tipos de flujos se pueden generar durante (primarios) o después (secundarios) de las erupciones volcánicas, por una variedad de mecanismos que permiten la interacción del agua con materiales volcánicos y no volcánicos. Las fuentes de agua para formar lahares pueden provenir por el derretimiento de nieve y hielo, lagos cratéricos, lluvias, corrientes fluviales o reservorios de agua en las inmediaciones y al interior del volcán. Los
lahares pueden causar: arrasamiento y destrucción de vegetación, cultivos y de las estructuras existentes a lo largo de su trayectoria; enterramiento y aislamiento de terrenos, incluidas las infraestructuras ubicadas sobre las mismas; relleno de cauces naturales y artificiales; inundación de las regiones aledañas en el caso de presentarse represamiento de los ríos y quebradas. Por la velocidad y energía con la cual puede formarse un
lahar, este es un evento muy peligroso y la probabilidad de sobrevivir a su impacto directo es mínima.
Avalanchas de Escombros: son enormes deslizamientos del edificio volcánico que pueden suceder como resultado de la inestabilidad de sus flancos y puede deberse a la intrusión de magma en su interior o a un fuerte sismo cercano. En ocasiones el colapso del edificio es acompañado por actividad eruptiva, caracterizada por explosiones de extrema violencia (blast o explosión lateral dirigida) que generalmente están dirigidas en la misma dirección del deslizamiento. Las avalanchas de escombros son muy rápidas y móviles y arrasan con todo lo que encuentran a su paso. Sin embargo, vale anotar que estos eventos son poco frecuentes en la historia geológica de un volcán.
Gases Volcánicos: antes, durante y después de una erupción los volcanes emiten cantidades importantes de gases, siendo en su mayoría vapor de agua, al cual se suman ciertas concentraciones de CO2 (dióxido de carbono), SO2 (dióxido de azufre) y H2S (sulfuro de hidrógeno) entre otros, los cuales se diluyen rápidamente en la atmósfera, de manera que no representan un peligro mayor para la salud humana. Sin embargo, las concentraciones de CO2 y SO2 (gases sin olor) en depresiones topográficas pueden llegar a causar la muerte. Una exposición prolongada a gases volcánicos puede provocar: irritación de los ojos y problemas respiratorios de personas y animales; destrucción de vegetación y cultivos. La mezcla de agua lluvia con estos gases pueden generar "lluvias ácidas", que a su vez pueden provocar acidificación de fuentes de agua y suelos llegando a ser peligrosas en exposiciones prolongadas.
Ondas de Choque: son ondas de presión que se propaga a una velocidad mayor que la del sonido, producidas durante la actividad explosiva de un volcán. Este fenómeno puede ser percibido incluso a varios kilómetros del foco eruptivo, con grados de afectación directamente proporcionales a la distancia a la fuente. Las ondas de choque pueden causar: vibración y rompimiento de ventanas, fisuras en paredes y líneas vitales y conmoción en las personas que se vean afectadas por este tipo de fenómeno.
Sismos Asociados a Actividad Volcánica: los sismos generados por la actividad interna de un volcán generalmente son registrados por aparatos de alta precisión y no son perceptibles por el ser humano; sin embargo, se pueden registrar sismos de mayor magnitud, que pueden ser sentidos por las personas alrededor del volcán. La afectación producida por sismos volcánicos depende de la magnitud, la profundidad del foco sísmico y la distancia al epicentro. Pueden ocasionar daños en la infraestructura, viviendas y líneas vitales y también movimientos en masa.
VEI: el Índice de Explosividad Volcánica (VEI por sus siglas en inglés) es una escala que permite medir el tamaño o la magnitud de erupciones volcánicas explosivas. Dicha escala varía de 0 a 8, donde el incremento en un número representa un aumento en la explosividad de diez veces respecto al anterior. El VEI se establece de acuerdo a características de la erupción, tales como el volumen del material emitido (incluyendo caídas piroclásticas y corrientes de densidad piroclástica, entre otros productos), la altura de la columna eruptiva, la duración y otros parámetros cualitativos del evento eruptivo.
Carga sobreimpuesta: es el peso adicional de material volcánico, por unidad de área, sobre un techo o cubierta que hace que este colapse. La afectación va a depender de la cantidad y características de la ceniza volcánica; del diseño y calidad de la construcción y las condiciones ambientales, como la presencia de agua, durante y después de la erupción.