Esas fueron algunas de las palabras con las que los participantes de la VII Bienal Nacional de Niños, Niñas y Jóvenes que Viven en Zonas de Riesgo Volcánico, realizada en Sibundoy (Putumayo) entre el 6 y el 12 de noviembre de 2023, describieron las estructuras volcánicas que hacen parte de sus paisajes cotidianos. Este evento reunió más de 250 asistentes  dispuestos a compartir sus saberes y experiencias para cuidar la vida frente a potenciales eventos volcánicos. 

Algunas delegaciones participantes de la VII edición de la Bienal en el resguardo indígena Inga de Muchivioy. 

Alguna vez, en un tiempo lejano, el volcán Cumbal y la laguna que está enclavada en sus faldas, decidieron, como muestra de su armonía y equilibrio, depositar su vitalidad y energía en una vasija de barro. Sin embargo, los espíritus malignos, celosos de estos dos seres, idearon un plan macabro para robar la vasija y desatar el caos. Fue entonces cuando la laguna, intuyendo el peligro, envió la vasija en un largo recorrido por los principales ríos y arroyos del territorio. Durante el viaje se dispersaron en las aguas las esencias de vida del volcán y la laguna y, con ello, nacieron humanos fuertes y valientes que, cargados de equilibrio entre el fuego y el agua, constituyeron el pueblo de los cumbales. Ellos son, ahora, los guardianes de la Tierra.

Esta historia, que fue narrada y representada por estudiantes de la Institución Educativa Los Andes de Cuaical, del municipio de Cumbal (Nariño), durante la VII Bienal Nacional de Niños, Niñas y Jóvenes que Viven en Zonas de Riesgo Volcánico —realizada en el municipio de Sibundoy, en el Alto Putumayo—, demuestra que los volcanes son más que estructuras geológicas. Son, de acuerdo a quién los mire, raíces de culturas ancestrales; símbolos de fertilidad y poder; paisajes majestuosos e inspiradores; cunas de biodiversidad; lugares sagrados o peligros latentes. Y al final, sin importar las percepciones, hay algo que todos tienen en común: son un desafío para quienes habitan cerca a ellos, pues solo a partir de entender su comportamiento es posible gestionar el riesgo frente a posibles erupciones. 
Es por eso que los estudiantes de Los Andes de Cuaical, orgullosos herederos de la historia de la laguna y el volcán Cumbal, cumplen con el mandato ancestral de cuidar de sus territorios a través del Plan Escolar de Prevención, Preparación y Respuesta ante Emergencias, una iniciativa que se ha ido fortaleciendo a través de la participación de la institución en las distintas ediciones de la Bienal, un evento organizado por el SGC a través de sus Observatorios Vulcanológicos y Sismológicos (Pasto, Manizales y Popayán) para apostarle a la apropiación social del conocimiento y la gestión del riesgo volcánico.  

Estudiantes de la Institución Educativa Los Andes de Cuaical representan la leyenda de nacimiento de las comunidades indígenas de Cumbal (Nariño).

Así como Los Andes de Cuaical, 27 delegaciones más hicieron parte de la VII Bienal, y todas ellas aprovecharon esta plataforma para socializar, durante dos días de presentaciones, los planes estratégicos que han desarrollado para la prevención y el cuidado de la vida en zonas volcánicas. También, para adquirir nuevas ideas y conocimientos sobre cómo gestionar el riesgo. Es el caso de la Institución Educativa La Campana, representada por un grupo de estudiantes de la etnia Misak, vecina del volcán Puracé (Cauca). “Cuando yo era niña no existían eventos de este tipo, y por eso es muy significativo ver que mis estudiantes tienen la posibilidad de tener esta experiencia”, dice María Antonia Velasco, docente de los grados quinto y sexto.

Ella, silenciosa y observadora, se inspiró con las experiencias de los otros participantes, especialmente con aquellas que “implementan proyectos pedagógicos transversales de preparación para emergencias e incluso trabajan con niños desde preescolar. Eso es muy llamativo y pienso plantear lo mismo para mi institución. De esa manera podemos fortalecer las medidas de prevención que hemos impulsado hasta ahora”. Sus estudiantes, la complementaron diciendo que “lo mejor de este evento fue ver niños de muchos lugares del país que, como nosotros, tienen volcanes cerca”. 

Presentación de la etnia Misak, vecina del volcán Puracé (Cauca). De der. a izq., María Antonia Velasco, docente de la Institución Educativa La Campana, y sus estudiantes. 

Durante las jornadas de presentaciones, las delegaciones dieron muestras de sus planes para la gestión del riesgo volcánico a través de expresiones artísticas como la pintura, la danza, el teatro, el canto y la poesía, así como mediante la fotografía y el video. Al final, doce estructuras volcánicas estuvieron representadas allí: Puracé y Cadena Volcánica de Los Coconucos, Nevado del Huila y Sotará, monitoreados por el Observatorio Vulcanológico y Sismológico (OVS) de Popayán; Chiles - Cerro Negro, Cumbal, Galeras, Doña Juana, Las Ánimas y el Campo Volcánico Monogenético Guamuez-Sibundoy, monitoreados por el OVS de Pasto; y Nevado del Ruiz, Nevado del Tolima y Cerro Machín, monitoreados por el OVS de Manizales.

“Hijos de la Tierra somos”

“Somos montañas, somos ríos, somos lagunas, somos ojos de agua.  Aquí estamos. Nuestra tierra bonita tenemos aquí. Hijos de la madre tierra somos…”. Estas palabras hacen parte del poema con el que el taita Luis Guillermo Jacanamijoy, perteneciente al resguardo Inga de Muchivioy, recibió a los participantes de la Bienal en su territorio, ubicado en el municipio de Santiago (Putumayo). Este día (el último del evento) se destinó para recorrer el Campo Volcánico Monogenético Guamuez-Sibundoy, al cual pertenecen 22 volcanes, entre ellos Mama Cuansashoy y Taita Muchivioy.

Durante esta jornada, Andrea Valentina Mojica, estudiante de la  Institución Educativa Técnica Nuestra Señora del Rosario, ubicada en Cajamarca (Tolima), en la zona de influencia del volcán Cerro Machín, dijo de manera elocuente: “siento que esta Bienal me ha permitido vivir mucho en muy poco tiempo”. El asombro y agradecimiento de estudiantes como ella, docentes, invitados y expertos del SGC, fue común durante todo el evento. Para Andrea, quien ya había participado en ediciones anteriores, “lo mejor de esta experiencia fue poder ver tantas expresiones culturales del país. Fue la primera vez que escuché algunas lenguas de comunidades indígenas”. 

Añade que son justo la diversidad y la cultura los valores agregados para hablar de las estrategias de gestión de riesgo volcánico en cada territorio: “es lo que conecta a las personas con otras experiencias y lo que permite que crezca el interés sobre cómo se perciben los volcanes. Por ejemplo, estar aquí en este resguardo indígena, viendo el ritual de armonización y compartiendo con los Inga, me inspira para llegar a compartir todo lo que estamos viviendo en mi comunidad y colegio”.

De der. a izq., Manuela López Zapata, estudiante de la Normal Superior del Quindío, y Andrea Valentina Mojica, estudiante de la  Institución Educativa Técnica Nuestra Señora del Rosario (Cajamarca, Tolima). Ambas habitan zonas de influencia del volcán Cerro Machín.

A la ceremonia de armonización celebrada por la comunidad Inga de Muchivioy para abrir sus puertas al intercambio de conocimiento sobre la gestión del riesgo volcánico, le siguió el recorrido por un segmento del Campo Volcánico Monogenético Guamuez-Sibundoy, una oportunidad que Isabela Yanascual, estudiante de la Institución Educativa Nuestro Señor del Río —ubicada en el municipio de Cumbal, específicamente en la zona de influencia del Complejo Volcánico Chiles-Cerro Negro—, calificó como un regalo: “entendí que hay volcanes monogenéticos, que son los que hacen erupción una sola vez y luego se mueren para convertirse en montañas. Estos son muy diferentes de los poligenéticos, que son los que erupcionan muchas veces”.

Stephany Valeria Benavides, compañera de Isabela, también aprovechó la oportunidad para establecer una diferencia entre la mirada de los Ingas y la de su comunidad, los Pastos, con respecto a los volcanes. “Ellos ven los volcanes como algo sagrado, como una fuente de vida y de alimento, mientras que muchas veces en mi pueblo se les mira como una amenaza. Todo esto me hace querer llegar y compartir esta experiencia con mi familia, sobre todo porque le agradezco al Servicio Geológico Colombiano todo este esfuerzo que han hecho para protegernos y prevenir riesgos”. 

Ceremonia de armonización realizada por la comunidad indígena Inga, ubicada en el municipio de Santiago (Putumayo), en la zona de influencia del Campo Volcánico Monogenético Guamuez-Sibundoy. 

En un país como Colombia, en el que hay 50 estructuras volcánicas activas, y en el que han quedado lecciones importantes de gestión de riesgo a partir de eventos eruptivos como el del Nevado del Ruiz (1985), la VII Bienal Nacional de Niños, Niñas y Jóvenes que Viven en Zonas de Riesgo Volcánico es una apuesta  pedagógica, cultural y científica necesaria. Para que esta plataforma exista, no solo han sido fundamentales los esfuerzos del SGC, sino también los de instituciones educativas, estudiantes, docentes y padres de familia que, más que el futuro, son el presente de la gestión de riesgo en los territorios. Gracias a todo esto, ¡juntos potenciamos la vida en zonas volcánicas!