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Lengua de señas
Quinta en Chapinero parcialmente destruida (Revista "El Gráfico", septiembre 1 de 1917)
Con ese suceso parecía cumplirse la famosa profecía del Padre Francisco Margallo, quien en el año 1827, tras ser profanada la Capilla del Sagrario expresaría: “El 31 de agosto de un año que no diré, sucesivos terremotos destruirán Santa Fe”.
Los poco más de 100.000 habitantes con los que contaba Bogotá en esa época se vieron sorprendidos por la gran intensidad del movimiento, que superó la del sismo ocurrido 2 días antes a las 10 y 25 de la noche, el cual causó algunos daños.
La mayoría de las personas se lanzaron a las calles en medio de oraciones a San Emigdio, patrón de los terremotos, para que cesara el movimiento.
Los daños
Para la época en que ocurrió el terremoto, Bogotá ocupaba tan solo un pequeño sector de la ciudad que conocemos en la actualidad. Se enmarcaba entre las actuales calles 32 y 3 sur y entre las carreras 1 y 24, y se alargaba hacia el norte hasta el sector de Chapinero, donde había fincas de recreo que gradualmente se convirtieron en residencia permanente de familias adineradas.
Más de 300 edificaciones entre iglesias, edificios públicos y viviendas resultaron averiadas y 40 más quedaron destruidas, principalmente en los barrios Las Cruces, San Bernardo, Santa Inés, Liévano (actual Parque Tercer Milenio) y Chapinero, convirtiéndose así en el sismo que más ha afectado la capital.
La Catedral primada, Monserrate, la iglesia de San Francisco, la de Santa Bárbara, La Concepción, Las Nieves, La Candelaria y la de Lourdes en Chapinero, fueron algunas de las iglesias más averiadas, ya que colapsaron sus torres o parte de las fachadas. La Ermita de Guadalupe que estaba hecha de adobe colapsó totalmente.
Vista interna de la ermita de Guadalupe en la que se aprecia su destrucción (Revista "El Gráfico", septiembre 8 de 1917)
El Capitolio, el Palacio de Nariño, los hospitales San Juan de Dios y la Misericordia, así como las estaciones de tren del sur de la ciudad, fueron otras de las construcciones en las que se presentaron daños, especialmente agrietamiento de muros y caída de techos. Varias quintas de Chapinero, construidas a mediados del siglo XIX quedaron casi destruidas.
Después del terremoto
Bajo los escombros de la torre de la iglesia de Lourdes fallecieron 6 personas y otras más murieron al caerles encima ladrillos y cornisas. Debido al pánico generalizado hubo numerosos heridos y se reportaron colapsos nerviosos y ataques al corazón.
La atención de los heridos se vio afectada ya que a causa de la caída de techos y agrietamientos de los muros de los hospitales, no se pudo prestar el servicio habitual, y tanto los heridos como enfermos tuvieron que ser trasladados a patios y sitios descubiertos para ser atendidos generando una crisis hospitalaria.
Por otra parte, el miedo a que se repitieran los temblores y el estado de ruina en que se encontraba la ciudad hizo emigrar a muchas familias (aproximadamente 30.000 personas) a la Sabana y a otras poblaciones cercanas. Se levantaron campamentos en donde se refugiaron tanto damnificados como personas temerosas de permanecer en sus viviendas.
Toldas de campaña erigidas para los damnificados (Revista "El Gráfico", septiembre 1 de 1917)
Las poblaciones más afectadas
A pesar que la información del terremoto se centró en los daños causados en Bogotá, en poblaciones como Cáqueza (Cundinamarca), Villavicencio y San Martín (Meta), los efectos del movimiento telúrico fueron mayores.
En Cáqueza quedaron destruidas numerosas edificaciones. En Villavicencio la mayoría de construcciones de adobe como la iglesia, el palacio episcopal y las casas resultaron averiadas o colapsaron, lo cual llevó a las autoridades a plantear la reubicación de la ciudad. En San Martín algunas viviendas colapsaron y otras quedaron inhabitables.
Otro hecho destacable fue la ocurrencia de un deslizamiento generado a raíz del sismo en el Páramo de Sumapaz, sector Laguna Verde, que cubrió un área de 80 kilómetros cuadrados.
Bogotá 100 años después
En 1917 Bogotá tenía un área aproximada de 24 kilómetros cuadrados donde habitaban 100.000 personas, cifras poco representativas si se tiene en cuenta que 100 años después la ciudad sobrepasa los 500 kilómetros cuadrados y alberga cerca de 8 millones de habitantes.
Este crecimiento ha sido en su mayoría no planificado, se han empleado técnicas y materiales de construcción poco adecuados y existen numerosas edificaciones elaboradas antes de la expedición de normas y decretos que regulan la construcción sismorresistente, lo cual hace a la ciudad bastante vulnerable ante un evento sísmico de características similares al de 1917.
Por esta razón la ciudad y los ciudadanos debemos estar preparados, reduciendo la vulnerabilidad física mediante el reforzamiento o mejoramiento de las construcciones existentes y cumpliendo a cabalidad las normas de construcción sismorresientente. Igualmente, es necesario saber cómo se debe actuar en caso de terremoto con el fin de minimizar los casos de personas lesionadas y víctimas.