Home
Aumentar fuente
Aumentar contraste
Lengua de señas
Las consecuencias devastadoras de este evento impulsaron la primera normativa obligatoria de diseño y construcción sismo resistente en el país. Desde el Servicio Geológico Colombiano, hacemos un llamado a utilizar el conocimiento geocientífico que hemos generado al respecto para evitar víctimas por la ocurrencia de sismos de gran magnitud.
El 31 de marzo de 1983, a las 8:12 a.m., en Popayán, ciudadanos desprevenidos y cientos de feligreses expectantes por las celebraciones religiosas del Jueves Santo, fueron sorprendidos por un evento que pasó a la historia: un sismo de magnitud 5,6, con profundidad superficial de 15 km, destruyó gran parte de la ciudad. Según estimaciones de archivos históricos, el terremoto, cuyo epicentro fue a 19,7 kilómetros de la ciudad y estuvo asociado al sistema de fallas de Romeral, fue percibido por alrededor de 18 segundos. Este dejó 1.500 personas heridas y 250 fallecidas en el departamento del Cauca: 200 de ellas en el casco urbano (50 perecieron en la Catedral Basílica Nuestra Señora de la Asunción). Además, 4.964 construcciones quedaron destruidas, 13.796 viviendas presentaron daños muy graves y las tuberías de agua potable se rompieron, lo que cortó el suministro por varios días y generó problemas de salud pública.Julio Fierro Morales, director general del Servicio Geológico Colombiano, señala que este sismo le dejó importantes lecciones al país. Para empezar, “nos dejó grabado que la composición de los suelos y las características del terreno, determinan la afectación que un sismo puede tener. Por ejemplo, es posible estar en un lugar relativamente distante al epicentro y tener una afectación muy grave, o estar en un lugar cercano y tener una más leve. Todo depende de la naturaleza del terreno. Esto se conoce como efectos locales”.Esto tiene sentido cuando se analizan las consecuencias del sismo de Popayán, donde hubo áreas con edificaciones destruidas y otras en las que no se presentaron daños. Para ser más precisos, los efectos del terremoto fueron mayores en zonas situadas en depósitos aluviales (suelos compuestos por materiales arrastrados por un río de montaña o torrente). Pero, sin duda, la alta vulnerabilidad de las construcciones, es decir, la existencia de edificaciones antiguas, con deficientes técnicas constructivas y baja calidad de materiales, fue un factor determinante en el nivel de los daños que este sismo ocasionó, pues una parte considerable de edificaciones colapsaron, incluyendo aquellas que eran patrimonio histórico arquitectónico.
Fotografías. Cementerio de Popayán después del terremoto.
De ahí que, el principal aprendizaje que este sismo dejó fue, según Fierro, que las construcciones que están en una zona sísmicamente activa, deben considerar criterios de sismo resistencia. Esto es importante si se tiene en cuenta que, hasta antes de la tragedia de Popayán, las normas de diseño y construcción con estos criterios solo se aplicaban de forma voluntaria por parte de ingenieros y arquitectos. Así lo explica Fernando Díaz, ingeniero y experto en Amenaza y Riesgo Sísmico del Servicio Geológico Colombiano, quien recuerda que durante la primera mitad del siglo XX, el país tradujo y adaptó normas de sismo resistencia elaboradas en Estados Unidos, y se aplicaban principalmente en la construcción de grandes obras, como edificios altos, hospitales, museos y bibliotecas. Sin embargo, el sismo de Popayán le dio un vuelco a estas prácticas. “Para inicios de los años 80, la Asociación de Ingeniería Sísmica-AIS, conformada por profesores de varias universidades del país y expertos capacitados en el exterior, habían adelantado la adaptación de normas internacionales”, explica Díaz, y añade que tras la ocurrencia del sismo de Popayán, el Gobierno expidió un decreto de emergencia para la adopción exprés de los criterios de construcción sismo resistente propuestos por AIS. Así, un año después, el país contaba con su primera normativa en esta materia: el Código Colombiano de Construcciones Sismo Resistentes de 1984. En principio, esta tenía un enfoque en edificaciones de más de cuatro pisos, así como en el uso de materiales duros como el concreto, el acero y el ladrillo. Sin embargo, en 1998, la norma se actualizó con la inclusión de criterios para edificaciones de uno y dos pisos, pues para entonces, y todavía hoy, eran las que primaban en el territorio nacional. En 2010 el país volvió a hacer una actualización de la norma, que es la que nos rige hoy (norma NSR-10).
Fotografías. Calles del centro de Popayán una vez ocurrido el terremoto.
¿Qué ha hecho el SGC para aportar a la gestión del riesgo sísmico?El director general del SGC destaca la construcción del Modelo Nacional de Amenaza Sísmica, desarrollado por la entidad para entregar información oportuna sobre la amenaza sísmica en las distintas regiones del país. También, para respaldar la toma de decisiones en aspectos como el ordenamiento territorial y la planificación urbana de las poblaciones, así como la protección financiera y para el manejo de una emergencia por un sismo fuerte.“Lamentablemente el Modelo Nacional de Amenaza Sísmica no está siendo usado de manera oficial y lo que queremos es que esto se logre en 2023. El SGC lleva décadas sistematizando y generando información sobre los sismos y las fallas geológicas que los generan para evaluar la amenaza sísmica del país. Somos la entidad que más ha estudiado estos temas, por lo tanto, el Modelo utilizado para tomar decisiones sobre sismo resistencia debe ser el oficial, que es el producido por el Servicio Geológico Colombiano”.Además del desarrollo del Modelo, el SGC hace parte de la Comisión Asesora Permanente para el Régimen de Construcciones Sismo Resistentes, presidida por el Ministerio de Vivienda. En este espacio, del que también hacen parte la Presidencia de la República, el Ministerio de Transporte, la Sociedad Colombiana de Ingenieros, la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Asociación Colombiana de Ingeniería Sísmica, la Asociación de Ingenieros Estructurales y la Cámara Colombiana de la Construcción, el SGC entrega información técnica que soporte tanto las consultas técnicas sobre el Reglamento NSR-10 como las propuestas de actualización del mismo y de la legislación que hay al respecto.
Fotografía. Torre del Reloj agrietada tras el terremoto.
¿Qué otros aprendizajes nos dejó el sismo de Popayán?Fernando Díaz afirma que la normatividad que se desprendió de la tragedia de Popayán tiene un propósito claro: evitar víctimas por cuenta del colapso de edificaciones y proteger el patrimonio material de los colombianos. “Esto no quiere decir que las construcciones deben quedar intactas. Lo realmente importante es que no se caigan y, con esto, se asegure la integridad física de la gente”. Sin embargo, allí no termina el efecto de su aplicación, pues la normatividad trasciende a otras amenazas naturales como huracanes, vendavales, deslizamientos y caída de cenizas volcánicas, teniendo en cuenta que estos también ponen a prueba la estabilidad de las edificaciones. “Además, el hecho de que estén fallando obras civiles sin que haya sismos también debe llamarnos la atención. Es cierto que somos un país sísmicamente activo y que hemos tenido eventos de este tipo que han afectado ciudades como Cúcuta, Popayán, Villavicencio y buena parte de Bogotá, pero tenemos otros escenarios que nos obligan a diseñar con criterios de sismo resistencia”, apunta Julio Fierro. Por otro lado, Fernando Díaz menciona dos retos fundamentales que tiene la legislación actual: por un lado, el compromiso ético de quienes se dedican a la supervisión y control de las obras de más de 2.000 m2, que son las que, según la norma, tienen la obligación de ser supervisadas; y el compromiso de las personas que se dedican a la construcción de edificaciones de menores dimensiones, y en muchos casos no formal, en la implementación de criterios de sismo resistencia. El otro desafío, afirma el experto, es la generación de una conciencia colectiva sobre la importancia de construir de manera segura y acorde con la amenaza sísmica de las distintas regiones del país. Esto, sin duda, podrá salvar vidas y permitirá que tragedias como la de Popayán no hayan sucedido en vano.
Fotografía. Edificaciones destruidas tras el terremoto.
Un hallazgo que dejó el sismo de Popayán para la geociencia:
A partir del terremoto de Popayán, los esfuerzos tectónicos que generaban los eventos sísmicos en Colombia, eran consideradas comúnmente por los geólogos colombianos como “compresivos”, pero a partir de esa fecha, empezaron a considerar posible que existieran otro tipo de esfuerzos: los transcurrentes. Eso, en palabras simples, significa que el evento permitió que los geocientíficos detectaran la posibilidad de que hubiera otros tipos de esfuerzos tectónicos, y no solamente los que se habían considerado como dominantes.