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Lengua de señas
Este modelo, que abarca profundidades entre 300 y 3400 m, da una idea de cómo se ven los fondos marinos en la zona de Tumaco (Nariño). Imagen: ANH-DIMAR.
Si los océanos del planeta no tuvieran agua, se revelarían algunos paisajes similares* a los que se aprecian durante un viaje por carretera: montañas, cordilleras, valles, mesetas y llanuras que, gracias a fenómenos como la sismicidad y el vulcanismo, se han modificado a lo largo de millones de años. Estas formaciones geológicas y sus características (como el tipo de rocas y sedimentos) cuentan la historia de su propio origen y permiten entender, por ejemplo, dónde hay fallas geológicas en las profundidades y cómo se comportan, y dónde pueden ocurrir procesos como deslizamientos submarinos, vulcanismo de lodo y emisión de gases.
Es lo que dice Edward Salazar Ortiz, geólogo que lidera el grupo de investigación en Geología Oceánica de la Dirección de Geociencias Básicas del SGC, para explicar cuál es el tipo de información que esperan encontrar con los estudios que él y su equipo están adelantando desde hace varios meses. Sin embargo, llevarlos a cabo es un desafío: “hay un sinfín de procesos que se generan en el medio marino y son poco estudiados porque es muy difícil el acceso. Se requieren barcos, equipos calibrados y costosos y técnicas específicas. Países europeos como España, Portugal y Noruega son la punta de lanza en estos temas”.
Aún así, explica, el SGC está dando sus primeros pasos en esta línea de estudio que, además de ser una novedad en el mundo —los primeros estudios internacionales al respecto se publicaron hace un poco más de 10 años—, resulta valiosa para aportar en ámbitos como la protección de la soberanía nacional (el 45% del territorio de Colombia está distribuido entre los océanos Pacífico y Atlántico), el desarrollo geocientífico, la ingeniería e infraestructura, el impulso a energías no convencionales renovables, y el mejoramiento de industrias relacionadas con los océanos.
Por ahora, los geocientíficos del grupo de Geología Oceánica están trabajando en varios temas, entre ellos la definición de una nomenclatura unificada para las formas de los fondos marinos, lo que se traduce en establecer los nombres concretos que estas formaciones recibirán en los estudios que se realicen. “Estamos recopilando artículos científicos y publicaciones internacionales para ajustarlas a nuestro contexto oceánico del mar Caribe y del océano Pacífico. Con esto, además de definir la nomenclatura, también podemos desarrollar una metodología de análisis de geología y geomorfología marina que hasta ahora es inexistente para el país”.
Por medio de este proceso, los expertos le apuestan a establecer un punto de partida para el desarrollo de productos cartográficos, como el mapa geomorfológico de la zona costa afuera de Buenaventura (Valle del Cauca) a escala 1:250.000 (un centímetro del mapa representa 250 km). Esta zona ha sido inexplorada en términos de geología oceánica, así como el Pacífico colombiano en general. “Los mapas de batimetría (establecen la profundidad) y cartas náuticas son reducidos, no se tiene conocimiento de la configuración geomorfológica, entonces en el Pacífico está todo por hacer”.
¿Para qué serviría conocer los fondos marinos del país?
Además de aportar a la soberanía nacional (fortaleciendo el conocimiento sobre los territorios marítimos), la geología oceánica tiene múltiples aplicaciones, un ejemplo de ello es la identificación de amenazas de origen geológico asociadas a fenómenos como los deslizamientos submarinos, los cuales transportan volúmenes gigantescos de material y, a partir del movimiento, pueden generar tsunamis. Saber esto permite que las autoridades responsables tengan un sustento para generar estrategias de gestión de riesgo y aporten a los planes de ordenamiento territorial.
Otras de las aplicaciones de la geología oceánica son:
¿Cómo se estudian los fondos marinos?
A diferencia de la geología continental, que permite el desplazamiento de los geocientíficos por las áreas de estudio, así como la toma de muestras y fotografías en campo, la geología oceánica implementa métodos indirectos para determinar cómo es el fondo del mar. “Tenemos técnicas como la ecosonda, que consiste en un cañón de aire que envía una onda sonora. Cuando esta golpea la superficie del mar, rebota, y permite saber la profundidad de las formas y su tamaño. La ecosonda nos ayuda también a conocer la batimetría, es decir la profundidad del fondo marino”.
También hay otras técnicas que permiten saber cómo es la rugosidad del fondo marino y qué tipo de sedimento tiene y, recientemente, países como Portugal han implementado unidades robóticas autónomas, las cuales son operadas de manera remota desde un barco. Estos robots pueden alcanzar máximo 5.000 metros de profundidad y cuentan con múltiples sensores y cámaras de alta resolución. A veces, incluso, tienen brazos robóticos para tomar muestras del fondo marino.
Otro recurso para entender la geología y geomorfología del fondo marino son los registros de roca extraídos de pozos convencionales para la exploración de hidrocarburos. A partir de ellos se puede saber cómo es el fondo. Esto, teniendo en cuenta que, al igual que en tierra, sobre la superficie marina del país se han efectuado millones de kilómetros de exploración sísmica para visualizar la geometría de los fondos marinos originarios, los cuales están constituidos por rocas densas y ricas en minerales pesados como hierro, magnetita y circón. Además, frente a nuestras costas, estos suelos están recubiertos por gran cantidad de material derivado del continente a través de los ríos andinos.
*Las similitudes entre la geología continental y la de los fondos marinos son abundantes, pero también hay diferencias: en las profundidades de los océanos existen fosas de hasta 11 kilómetros de profundidad, sistemas volcánicos muy extensos y ecosistemas únicos por sus condiciones de hábitat extremas de temperatura, salinidad y ausencia de luz.