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Lengua de señas
Fernando Gil Cruz fue vulcanólogo y pionero de la sismología volcánica. Participó en la conformación de los observatorios vulcanológicos y sismológicos de Manizales y Pasto y fue director de la Red Sismológica Nacional de Colombia.
De Roberto Torres, coordinador de los observatorios vulcanológicos y sismológicos de Pasto, Manizales y Popayán.
A la memoria de Fernando Gil Cruz Siento una profunda consternación por la partida de un gran amigo e investigador, Fernando Gil Cruz. Me cuesta encontrar las palabras, porque ninguna parece suficiente para describir lo increíble que fue esta persona. Su legado es tan vasto como los paisajes que recorrió, dejando huellas imborrables en la ciencia, en la amistad y en los corazones de quienes tuvimos el privilegio de conocerlo. Fernando no solo fue un gran científico, sino también un hombre de espíritu inquebrantable, cuya energía se reflejaba en cada faceta de su vida. Su porte distinguido, con su inconfundible bigote y barba, era apenas una muestra de la fortaleza y carácter que lo definían. Su pasión por la natación y el atletismo evidenciaba su disciplina y amor por el movimiento, cualidades que también aplicó en su incansable búsqueda del conocimiento. Siempre estuvo ahí con su risa, su apoyo incondicional, generosidad y su gran corazón. Era un maestro en la expresión, no solo con palabras, sino también con sus gestos. Sus manos hablaban por él y sus explicaciones adquirían vida cuando, con sonidos de su boca, ilustraba procesos tan complejos como la formación de burbujas en un magma. La calidez humana se manifestaba en su sonrisa sincera y sensibilidad, reflejada en su amor por la pintura y la poesía. Fernando no solo veía el mundo a través de la ciencia, sino también con los ojos del arte y la creatividad. Sus notas, escritas con distintos colores, reflejaban su mente vibrante y su espíritu apasionado. Sus baúles, siempre cargados de artículos y apuntes, eran cofres de sabiduría que compartía con generosidad, como quien entrega semillas para que otros puedan cosechar conocimiento. Fue un pionero en el estudio de los volcanes en Colombia con el volcán Nevado del Ruiz, al que siempre llevó en su corazón. Él fue la savia del árbol del monitoreo volcánico, nutriendo con su sabiduría a generaciones de científicos. Aunque la savia no se ve, es la sangre que lleva los nutrientes desde la raíz hasta las hojas, así fue Fernando: una fuerza vital que impulsó a muchos de nosotros a seguir sus pasos. Fue un mentor incansable, siempre motivándonos a superar los límites, a alcanzar alturas que él mismo soñó. Su vida fue una constante ascensión, desde los caminos que recorrió trotando en su amado Valle del Cauca, hasta otras regiones de países como Ecuador y Chile, así como las cumbres de los volcanes en Colombia y Sudamérica. Cada paso que dio, cada kilómetro que trotó, cada cima que alcanzó, fueron testigos de su determinación y amor por la naturaleza. Hoy nos queda su legado, su inspiración y la certeza de que su espíritu seguirá vivo en cada observatorio, en cada volcán, en cada nueva generación de científicos que, gracias a su impulso, seguirán explorando y descubriendo. Su deseo fue siempre que el alumno llegue más lejos que el maestro.
Descansa en paz, amigo. Siempre vivirás en nuestros corazones. Roberto Torres.