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Lengua de señas
El ciclo del agua es responsable de la formación de los sistemas acuíferos, los cuales son investigados por el SGC hace más de 90 años, teniendo en cuenta que son fundamentales para el abastecimiento hídrico en varias zonas del país. Aquí algunas claves para entender cómo se originan y por qué es tan importante conocerlos.
El ciclo del agua cuenta la historia de un camino largo y con múltiples desembocaduras: tiene ascensos y descensos, pasos amplios y estrechos, y temperaturas que oscilan de extremo a extremo en el espectro del clima. Todo comienza cuando el agua de ríos, lagos y océanos se evapora, sube a la atmósfera, se condensa y se transforma en lluvia. Una vez en tierra, el agua lluvia empieza a correr en distintas direcciones: hacia los cuerpos de agua visibles; hacia el interior del suelo, hasta quedar en las raíces de las plantas; y hacia más adentro del suelo, hasta llegar a zonas en las que durante miles o millones de años se han conformado los acuíferos.
Estos acuíferos están lejos de verse como tendemos a imaginarlos: como ríos que corren debajo de la tierra. Se parecen más a una pecera llena de distintas capas de arenas, gravas y lodos en las que el agua se desliza lentamente, MUY lentamente, entre los espacios milimétricos que se forman entre grano y grano o a través de fracturas en las rocas o fisuras en los suelos. Dos expertas del grupo de Aguas Subterráneas del SGC explican que los acuíferos se mueven tan despacio que, en la sabana de Bogotá, las aguas subterráneas más antiguas podrían tener de 1700 hasta 33000 años.
Adriana Martínez, geóloga y líder del grupo, explica que existen dos formas en las que el agua se puede acumular: la primera entre gravas y arenas, o rocas conformadas por estas partículas, y la segunda entre fracturas de rocas duras y sin porosidad (como las de volcanes y parte de las cordilleras), las cuales, por efecto de la actividad tectónica, se fracturan y dejan espacios de tránsito. “Solo hay casos especiales en los que las aguas subterráneas se ven como ríos, y es cuando están asociadas a cavernas, pero esa es la excepción a la regla. Los acuíferos se ven como cuando haces un hueco en la arena de la playa y, en un momento, el agua se infiltra y la arena se ve húmeda”.
Pero, ¿qué tan grandes pueden ser los acuíferos? Para contestar esto, pasemos a un ejemplo concreto: la sabana de Bogotá. “Bogotá está sobre los depósitos de una laguna, lo que explica que la zona sea plana. Hay sedimentos finos, como arcillas, y gruesos, como arenas. El acuífero es tan grande que está entre los Cerros Orientales (en la ciudad) y los Occidentales (ubicados en inmediaciones de los municipios de Tenjo y Tabio)”, dice Angélica Sotelo, geóloga e integrante del grupo de Aguas Subterráneas del SGC. Esto se traduce en una extensión de aproximadamente 40 kilómetros.
Pero las grandes dimensiones de los acuíferos no solo se ven en este caso. También se pueden observar en el Valle del Cauca, sobre el flanco occidental de la cordillera Central, específicamente entre las montañas y el río Cauca, donde se encuentran municipios como Corinto, Florida, Palmira y Pradera. “Allí pasa algo particular: cuando los suelos que están al lado del río Cauca están saturados por la lluvia, es decir que tienen mucha acumulación de agua, las aguas subterráneas le aportan al río. En cambio si los suelos están secos, el río le aporta al acuífero”, dice Sotelo, mientras Martínez la complementa explicando que en esta y otras zonas, los ríos y los acuíferos están conectados.
Los acuíferos de la sabana de Bogotá y el valle del río Cauca, sumados a los identificados en el Urabá antioqueño, en los llanos orientales y en otras planicies del país, están caracterizados por la porosidad en los sedimentos, arenas y arcillas. Sin embargo, cuando están asociados a fracturas, coinciden las expertas, es difícil calcular su tamaño, teniendo en cuenta que estas se han conformado gracias a fuerzas tectónicas, lo que hace muy difícil saber su profundidad, ubicación y tamaño.
Frente a esto, Julio Fierro Morales, geólogo y director general del SGC, asegura que la investigación de los acuíferos de fractura es fundamental, teniendo en cuenta que este tipo de rocas representan más territorio nacional que las de porosidad. “Toda la cordillera Central, la Sierra Nevada de Santa Marta, los macizos de Garzón (en la cordillera Oriental) y de Santander y más de la mitad de la cordillera Occidental, son rocas sin poros. Existe mucho desconocimiento sobre estos sistemas no solo en Colombia sino en el mundo”.
“Nosotros estamos trabajando para la gente y las generaciones futuras, y para trascender la mirada extractivista de que el agua subterránea es solamente para que sea sacada y usada por humanos. Estamos dedicando esfuerzos para entender desde dónde corre el agua por la superficie, pasando por dónde hay puntos de recarga de los acuíferos, hasta dónde hay volúmenes importantes de esa agua”, dice, y agrega que esta información es la que la entidad quiere aportar a las autoridades ambientales con la misión de proteger las zonas de recarga, y los manantiales con los que estas se conectan, de actividades que puedan deteriorarlas. Al final, dice, la idea es apuntar a un ordenamiento territorial alrededor del agua.
Para llevar a cabo estas investigaciones, los geocientíficos utilizan técnicas como:
Los acuíferos más estudiados de Colombia…
Además de los mencionados anteriormente, en Colombia están identificados los acuíferos de la isla de San Andrés, en el Caribe, y el acuífero de Morroa, en Sucre. En ambos casos, el agua es aprovechada para el abastecimiento de la población. También ha sido de gran interés científico el estudio de las aguas subterráneas del Valle de Aburrá y el Eje Cafetero, además de las de los departamentos de Boyacá, Casanare y La Guajira.
Aún así, tanto Sotelo como Martínez aseguran que es mucho más lo que falta por conocer que lo que se sabe hasta ahora frente a los acuíferos y, en ese sentido, recalcan que es indispensable continuar con el estudio de las aguas subterráneas en el país, en especial si se tiene en cuenta que son claves para los procesos de adaptación a la crisis climática actual.
“Solo conociendo estos sistemas, es posible gestionarlos y aprovecharlos sin alterar su balance. Y esto es algo complicado, pues los acuíferos no están expuestos, no se ven, lo que agrava el problema de sobreexplotación”, cuenta Martínez, y añade que frente a esto es necesario recordar que el proceso de regeneración de las aguas subterráneas es lento, a diferencia de ciertos cuerpos de agua en superficie.
Con esto está de acuerdo Julio Fierro, quien concluye mencionando varias ideas clave para lograr el entendimiento, cuidado y buena gestión de los acuíferos:
1. Las aguas subterráneas hacen parte de un proceso superior: el ciclo del agua. Por esto, entender la regulación de este es indispensable para comprender las dinámicas de recarga y descarga de los acuíferos.
2. En un contexto de crisis climática, en el que los eventos climáticos serán cada vez más extremos, las sequías se prolongarán cada vez más, afectando los manantiales y cuerpos superficiales de agua. Por ello, proteger los acuíferos es clave para la provisión de agua a futuro, especialmente en comunidades vulnerables.
3. Pese a que se dice que el país es rico en agua, esa agua no llega a todos los colombianos. Esos problemas de suministro se evidencian en lugares como el occidente de Cundinamarca, así como los alrededores de Villa de Leyva y Santa Sofía. También en zonas secas y semisecas como el Desierto de la Tatacoa, La Guajira y Patía. Por esto es fundamental realizar investigaciones relacionadas con los sistemas acuíferos.
4. Las aguas subterráneas son una posibilidad de suministro para poblaciones urbanas, periurbanas y rurales. La contaminación y desecación que hemos producido a las aguas superficiales llevará a que el agua subterránea sea cada vez más usada y, por tanto, su conocimiento es clave en el presente y en el futuro cercano.