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Foto: Geocientíficos del SGC realizan recorrido por la subcuenca de Quebrada Blanca - Marcela Han.
27 de junio de 2024. La vía que conecta a Bogotá y Villavicencio es conocida por sufrir afectaciones de manera frecuente. Fallas geológicas, laderas escarpadas y largas, hidrogeología y condiciones climáticas complejas, errores de ingeniería, accidentes viales, entre otros factores, han convertido a esta carretera de Colombia en un escenario constante de tragedias. Sin embargo, la peor de ellas y quizá más olvidada del país, ocurrió hace exactamente 50 años a la altura del sector de Quebrada Blanca, en el municipio de Guayabetal, Cundinamarca.
Durante una fuerte temporada invernal, el 28 de junio de 1974, hacia las 3:00 p. m., un deslizamiento arrasó completamente con la antigua vía al Llano entre los kilómetros 72 y 77, llevándose a su paso toda una hilera de vehículos que estaban represados por el cierre, así como el puente y los buldózeres que estaban removiendo material de la zona.
Pese a que días antes los ingenieros del entonces Ministerio de Obras Públicas habían identificado que el movimiento en masa era inminente e intentaban controlarlo por medio de chorros de agua a presión y dinamita, la magnitud y velocidad del proceso fue tal que, en cuestión de minutos, sepultó a un aproximado de 500 personas. Solo 27 cuerpos fueron encontrados, razón por la cual, semanas después de la tragedia, la zona fue declarada como camposanto.
La investigación histórica y técnico-científica del Grupo de Evaluación de Amenaza y Riesgo Geológico del SGC, indica que el evento provocó la destrucción de 700 metros de la vía Bogotá – Villavicencio, y con ello, grandes costos directos e indirectos para el país en temas económicos, sociales y ambientales. Implicó la construcción de la variante definitiva de 1,3 km de longitud, con dos túneles y un puente de 117 metros, indemnizaciones a los familiares de las víctimas, la construcción de un puente aéreo para la defensa civil, así como la pérdida de la carga transportada, el área productiva, la cobertura vegetal, y la desvalorización de los predios. En suma, la tragedia dejó un costo estimado en 33,6 millones de dólares (From fundamentals to Applications in Geotechnics, editado por D. Manzanal, A.O. Sfriso).
Geología de la tragedia
De acuerdo a los cálculos preliminares del SGC, ese día se habrían desprendido entre 500 mil y un millón de metros cúbicos de material de la subcuenca, en una extensión de 400 metros de ancho por 250 metros de largo, lo que equivaldría a llenar entre 30.000 y 60.000 volquetas doble troque. “Al caer a gran velocidad, el deslizamiento generó una onda de choque (aire comprimido) que salió disparada con alta energía valle abajo, provocando que parte del material removido alcanzara a subir hasta la otra ladera de la quebrada. Este flujo no solo llevaba roca y sedimento, sino también vehículos y seres humanos de los que, años después, se seguían encontrando restos”, precisa Julio Fierro Morales, director general del SGC.
A esta condición se sumó la temporada de lluvias, que desde semanas antes ya había obligado a cerrar la vía por pequeños deslizamientos que implicaron trabajos de remoción de tierra. La acción del agua por las precipitaciones de la época se infiltró en la parte superior de la terraza saturando los materiales. Adicionalmente, la erosión permanente impedía el crecimiento de vegetación que actuará como protección. Finalmente, el hecho impredecible de que el deslizamiento ocurrió el viernes de un fin de semana festivo en el que más personas de las habituales se encontraban amotinadas en el cierre de la vía, aumentó la dimensión de la tragedia.
La importancia de estudiar su origen
Actualmente, buena parte de la vía al Llano (desde Cáqueza hasta Villavicencio) comparte características geológicas similares con las del sector de Quebrada Blanca. Por ello, reconstruir lo que ocurrió en 1974 desde diferentes ramas científicas será clave para evitar que tragedias similares sigan ocurriendo en estos tramos.
“Hace cinco décadas fue Quebrada Blanca, pero hoy seguimos viendo la urgencia de generar un mejor entendimiento de los temas geocientificos para esta y muchas otras vías del país. El año pasado, el 17 de julio de 2023, hubo un flujo de escombros relacionado con contextos geológicos similares que arrasó dos puentes en la quebrada El Naranjal. Que hoy no haya conocimiento suficiente para que la geometría de los puentes hubiese considerado estas dinámicas, no debería suceder”, explica Fierro.
En respuesta a esta necesidad, el SGC, desde su actual administración, impulsa desde 2024 un estudio de caracterización geoambiental de la subcuenca de Quebrada Blanca como un aporte a la ampliación del conocimiento de las amenazas y riesgos geológicos en el país. Cuatro direcciones técnicas y alrededor de 30 geocientíficos de la Entidad trabajan desde diferentes frentes como la isotopía, la geoquímica, las aguas subterráneas y la geofísica, para plantear las primeras hipótesis de trabajo.
Foto: Panorámica del deslizamiento de la subcuenca de Quebrada Blanca. De fondo, el deslizamiento que dejó al menos 500 fallecidos en 1974. - Marcela Han.
“Es un proyecto ambicioso e integrador que esperamos entregar a final de año en un informe robusto, para luego sentarnos con los actores viales del país a plantear las necesidades del desarrollo de las geociencias en el diseño y construcción en los diferentes corredores viales”, explica el director, y agrega que Colombia es de los países donde más personas han muerto en América Latina y el Caribe por movimientos en masa (Sepúlveda y Petley, 2015; Mergili, Marchant y Moreiras, 2014).
“Esto incluye el caso de Armero, Mocoa, Salgar y los innumerables casos de Villavicencio y el piedemonte llanero y amazónico. Habitamos en una zona muy activa geológicamente y cuya geomorfología la hace una zona de gran belleza, pero esto también trae consigo una gran fragilidad y la necesidad de un gran cuidado a la hora de decidir cómo intervenimos estos territorios”, concluye.