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Lengua de señas
Decir que Daniel González Pinacho hace un trabajo fascinante significa quedarse corto de palabras. ¿La razón? Se dedica a aplicar la técnica de Carbono-14, con la que puede determinar la edad de muestras orgánicas de hasta 45 mil años de antigüedad (asociadas a escenarios de interés geológico como volcanes y campos paleontológicos). Y aunque esto puede sonar difuso para quienes no conocen el método, el cual se implementa desde un laboratorio especializado en la sede de Asuntos Nucleares del SGC, en Bogotá, él da un ejemplo para ayudar a comprenderlo: la estimación de la edad de muestras volcánicas.
“Al laboratorio nos llega el carbón vegetal, el cual se produce cuando el magma arrasa la vegetación y la carboniza. Nosotros vamos al volcán, recogemos un trozo de un depósito carbonizado y lo analizamos”, cuenta, y añade que este proceso, que puede durar hasta dos meses, consiste en medir la concentración de Carbono-14, un elemento radiactivo disperso en la atmósfera que todos los seres vivos, incluyendo los humanos, acumulan hasta el momento de su muerte.
“Como conocemos el tiempo que tarda en descomponerse este elemento, podemos estimar cuánto ha pasado desde que el ser vivo, en este caso el árbol que arrasó la erupción, murió”. Esto es importante para reconstruir la historia eruptiva de un volcán y, con ello, contribuir al desarrollo de los mapas de amenaza, productos fundamentales para la gestión de riesgo volcánico. En ese sentido, Daniel destaca los estudios que se realizaron en su laboratorio con muestras del volcán Machín, a partir de las cuales se pudo determinar la ocurrencia de dos eventos eruptivos: uno hace más de 5 mil años y otro hace más de 45 mil. Allí también se dataron muestras de lahares de más de 20 mil años.
Daniel, quien estudió Licenciatura en Ciencias con Énfasis en Química en la Universidad de Valladolid (ciudad española en la que nació) e hizo un doctorado en Química Orgánica en la Universidad de Barcelona, pone otro ejemplo para comprender las posibilidades de la técnica de Carbono-14.
“En este momento estamos trabajando en un proyecto piloto con el Jardín Botánico de Bogotá para ver si podemos determinar la edad de dos árboles que son considerados patrimoniales. Para ello, estaremos tomando las muestras este mes. El desafío aquí es que los árboles están vivos”, dice, y agrega que en caso de que los resultados de este proyecto sean exitosos, podrán proseguir a calcular la edad de casi 100 árboles de gran importancia para el país.
Este proyecto tendrá un gran componente de innovación, lo que es bastante representativo para este químico, quien considera que lo “más bonito” de su trabajo es que el aprendizaje es un camino sin fin. Es lo que lo ha motivado desde que llegó al SGC, a finales de 2017, con el reto de mejorar y calibrar el laboratorio de Carbono-14, uno de los 10 espacios de este tipo que existen en Latinoamérica. “Se calcula que solo 120 laboratorios en el mundo trabajan con esta técnica…Para mí fue un reto muy grande encargarme de este tema en el SGC, pues yo no tenía mucha experiencia en este campo, así que ha sido muy emocionante sacarlo adelante y ver que estamos teniendo muy buenos resultados”.
Antes de aterrizar en el SGC, Daniel llevaba un poco más de dos años en Colombia, a donde llegó con sus dos hijos y su esposa en 2015. “Mi mujer es bogotana y también es doctora en química. Gracias a una beca regresó al país y desde entonces nos establecimos aquí. Creo que fue una muy buena decisión…Una de las cosas que más me llamó la atención cuando llegué fue la exuberancia y la fuerza de la naturaleza, y desde el SGC eso es algo que también he podido explorar en algunas salidas de campo con geólogos”.
Con estas salidas, dice, ha puesto en práctica esa cualidad innata que tiene de observar. También, la curiosidad inmensa que se le despertó desde niño, mientras su papá le enseñaba de especies de aves y de plantas, de funcionamiento de cultivos y de recolección de setas en días de caminata por el campo. Es por eso que nunca para de preguntarse el por qué de las cosas ni de buscar soluciones científicas a problemas reales de la sociedad, algo que hoy le complace poder hacer desde el SGC.