La química, una elección predestinada
Por la misma época en la que hizo sus primeras escaladas, empezó la carrera de Química en la Universidad Nacional. No le costó elegir este programa, aunque paradójicamente, al preguntarle por ello, responda que al salir del colegio no sabía a qué se quería dedicar. En esa decisión triunfó el ejemplo, pues su papá no solo se dedicó a esta profesión como profesor en la Universidad Nacional, sino que tuvo un laboratorio en casa (del cual Sergio aún conserva varias reliquias, como una balanza de alta precisión) para prestar servicios como particular, e incluso trabajó para la Dirección de Laboratorios, la cual, hoy en día, hace parte del Servicio Geológico Colombiano.
Durante su formación académica, especialmente en épocas de paro en la universidad, Sergio siempre tuvo las botas listas para salir de expedición con un grupo de biólogos y aficionados al estudio de ecosistemas de alta montaña y a la exploración de cavernas. Ese espíritu de naturalista le resultó más útil de lo que pudo calcular: empezó a ver de primera mano la química en los hielos, los ríos, los lagos y las aguas subterráneas. Sacó del salón de clases los conceptos que muchos de sus compañeros solo exploraron a través de un laboratorio, y empezó a hilar una historia sobre la vida en el planeta a partir de sus experiencias personales.
“La naturaleza es el medio propicio para empezar a reconocer procesos químicos que uno aprende en teorías y laboratorios, como las aguas termales y los suelos de diferentes colores. Mejor dicho, una diversidad mineral que me fascinó, y con eso me empezó a llamar la atención la geología. Llegaba a clases con la cara destrozada por los rayos ultravioleta de la alta montaña, porque uno en esa época no se cuidaba mucho. Cogía la flota de regreso con las botas sucias y llegaba directo a la universidad”, dice con una carcajada.
Antes de terminar la carrera, aprovechó las instalaciones de la Dirección de Laboratorios, que hacían parte del entonces Ingeominas (hoy SGC), para hacer los experimentos necesarios en su trabajo de grado, enfocado en el análisis de los minerales de arcillas de la Formación Bogotá, ubicada al norte de la sabana. Desde entonces se dio cuenta de que trabajar “en llave” con los geólogos era algo que quería seguir experimentando y, con esa claridad, inició una historia laboral con la entidad, en la cual fue funcionario por 20 años.
Durante esas dos décadas apoyó investigaciones geológicas que necesitaban análisis químicos, como el estudio de los recursos geotérmicos de la cordillera Central (específicamente en el Tolima y el Viejo Caldas), y para ello fue determinante su inclinación por la aventura, pues para la época no era común que los químicos hicieran labores de campo en zonas de difícil acceso y en medio de condiciones difíciles. De hecho, dice Sergio con gracia, él era de los pocos que levantaba la mano y “se le medía” a hacer ese tipo de viajes.
“Íbamos a recoger muestras de aguas y gases a zonas volcánicas como el Parque Nacional Natural Los Nevados y alrededor de los volcanes del Ruiz y del Tolima. Ir a esos sitios que yo conocía por mi afición fue un gran regalo de la vida. También fui a zonas como el Putumayo a hacer investigaciones en recursos minerales”.