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Lengua de señas
Este geólogo lleva más de 24 años en la entidad, donde ha liderado procesos como la construcción de los mapas geológicos de Colombia y Suramérica, y el diseño de la metodología con la que estos fueron desarrollados. Hoy sueña con poder hacer el mapa geológico del mundo.
Jorge Gómez en trabajo de campo en los cerros de Mavecure, granitos de 1504 millones de años que hacen parte del escudo de la Guayana. Guainía, 2021.
Hablar de “predestinación” en la historia de vida de un científico podría resultar contradictorio —está lejos de los datos exactos y las pruebas fehacientes—, pero este texto, que se propone hacer un recuento de la experiencia, la trayectoria y las motivaciones del geólogo Jorge Gómez, se escribe tomando ese riesgo. Hay varias razones, por supuesto: la primera es que su madre, Amparo Gómez, es licenciada en biología y química, lo que para él significó nacer y crecer en un hogar en el que la ciencia se exploraba al ritmo natural de la cotidianidad.
La segunda se derivó de la primera: tuvo la suerte de que su casa fuera también su primera biblioteca, el lugar en el que descubrió el amor por los libros, los maestros que siempre le prometieron (y siguen haciéndolo) muchas respuestas y, más que nada, muchas preguntas. Y la tercera, para no extender la lista, es el hecho de que llegó al mundo con las dosis de curiosidad y disciplina justas para elegir el camino de la ciencia y, a la vez, para transitarlo con entereza incluso cuando se le convierte en laberinto.
Esta última es una certeza que surge al escuchar los distintos retos profesionales que ha enfrentado, entre ellos los procesos de elaboración de los mapas geológicos de Colombia y Suramérica, dos productos en los que trabajó por varios años y que “vieron la luz” en 2007 y 2019, respectivamente. Sin embargo, antes de llegar a ese punto de la historia, es importante mencionar que Jorge estudió geología en la Universidad de Caldas, con el impulso que adquirió en sus años de bachillerato en ciencias (los jueves y viernes asistía a una institución con este énfasis, sobre todo en física, química, geociencias y biología).
Desde que inició la carrera sintió que hizo una buena elección, pero fue en realidad a partir de quinto semestre cuando la “fiebre” de la geología se le metió en el espíritu y nunca lo abandonó. En esa época (a inicios de los 90) empezó a pasar tanto tiempo en la biblioteca de la universidad que se le hizo pequeña, al punto de no encontrar allí suficiente información sobre lo que le interesaba. Fue entonces cuando decidió escribir cartas a geocientíficos internacionales para solicitarles copias originales de los artículos científicos que publicaban en revistas prestigiosas.
“Me llegaban por correo hasta seis meses después. Los estudiaba, catalogaba por temas y conformaba colecciones para empastar en cuero. Son estos que tengo aquí”, dice Jorge, mientras señala una estantería llena de libros empastados de color verde oscuro que tiene en su puesto de trabajo, ubicado en la oficina 210 de la dirección de Geociencias Básicas (en sede central del SGC).
“La curiosidad siempre ha estado, pero más que todo la disciplina. Lo que me gusta lo hago de manera repetitiva y por mucho tiempo. Hoy en día todavía llegó a la oficina y lo primero que hago es mirar las tablas de contenido de las principales revistas científicas en geociencias a ver qué artículos nuevos han salido sobre Colombia o temas que me interesan”.
Jorge Gómez muestra su colección de artículos científicos empastados.
Durante sus años universitarios, Jorge tenía la idea de que, tan pronto se graduara, se convertiría en docente e investigador, pero el Servicio Geológico Colombiano se le cruzó en los planes y, más que desviarlo del trayecto, lo centró y le dio la oportunidad de empezar a explorar la geología desde su natal Tolima. “Soy de un municipio que se llama Ortega y me siento muy tolimense. Por eso cuando llegó el momento de hacer mi tesis, me fui para el SGC (entonces Ingeominas) de Ibagué a preguntar sobre qué tema de mi territorio podía hacerla. Allí me sugirieron hacer la cartografía y un estudio en microtectónica sobre la falla Otú-Pericos. Recibí asesoría y, a la vez, empecé a trabajar en la entidad”.
De sus inicios en el SGC tiene recuerdos predominantes: los días enteros que pasó memorizando el orden y los temas de las colecciones de la biblioteca de la sede de Ibagué, en la cual instalaron su oficina; y las jornadas nocturnas y los fines de semana que aprovechó para visitar la sala de computadores con el propósito de aprender a manejarlos (como no era funcionario y solo había tres computadores, no podía usarlos en horarios laborales).
También, los sábados que dedicó a analizar las secciones delgadas y las muestras de la litoteca; los viajes que hizo a la sede central, en Bogotá, en búsqueda de información que enriqueciera su tesis; y el apoyo del geólogo Alberto Núñez, a quien conoció en Ibagué y quien llegó a ser director de la de la entidad. Fue él, también, quien más tarde lo llevó a trabajar en la sede Bogotá.
Allí llegó a finales de 2001 y, luego de varios meses, fue vinculado en el proceso de construcción del Mapa Geológico de Colombia: primero fue parte del equipo del proyecto y, dos años y medio después, fue líder del mismo. “Llegué a esto porque en Ibagué trabajé en el mapa departamental del Tolima, y me tocó la transición entre la cartografía análoga a la digital, es decir que primero me tocó hacer mapas en papel y luego digitales. Tener esa experiencia con los mapas digitales fue importante”, recuerda, y añade que, aún así, no tenía el conocimiento adecuado sobre el manejo de sistemas de información geográfica que se requería para el diseño del mapa.
La elaboración de este, que se extendió entre 2002 y 2007, fue un proceso arduo que implicó el rastreo de los mapas más actualizados para cada zona del país, además de la compilación de toda la información disponible en revistas científicas que permitiera actualizar la cartografía nacional. Entre las dificultades que se encontraron Jorge y los demás investigadores estuvo la “armonización” de los mapas, lo que se traduce en hacer que coincidieran al momento de unirlos. “Es complejo porque cuando uno compila los mapas, ninguno coincide con el vecino. Cada mapa parece un universo diferente”.
Otra de las dificultades fue la tecnología: el volumen de información del mapa era tan grande que superaba la capacidad de los computadores de la época. Por esa razón, Jorge juntó sus ahorros y, con ayuda de su mamá, compró un computador. Fue en este que se terminó de construir el Mapa Geológico de Colombia, el cual fue lanzado oficialmente en 2008 y, posteriormente, fue actualizado partiendo de recomendaciones “que a veces fueron muy duras, pero que permitieron corregir distintos errores que habíamos cometido por la falta de experiencia”.
“Desde entonces el objetivo fue que cada edición nueva del mapa tuviera algo nuevo. Se conformó un grupo muy bueno. Empezamos a ver cosas que se hacían a nivel internacional y quisimos aplicar eso”, cuenta con satisfacción y agrega que, de esa manera, el mapa logró posicionarse como un referente a nivel internacional. Esto fue clave teniendo en cuenta que la metodología bajo la cual se desarrolló fue creada por el equipo de Jorge.
Las posibilidades de la divulgación científica
En 2007, gracias a su participación en un evento internacional sobre cartografía en Brighton, Inglaterra, Jorge entendió la importancia de la divulgación científica dirigida a no científicos para atraer inversión a proyectos de investigación. Para él fue un motivo de asombro, pues no había visto un despliegue comunicativo ni de mercadeo tan grande en eventos científicos locales, ni tampoco había recibido nunca el mensaje de que “es responsabilidad de los científicos traducir el conocimiento al lenguaje de políticos, tomadores de decisiones y público general. Los científicos no debemos esperar a que ellos lleguen a nosotros a pedirnos conocimiento en nuestro lenguaje”.
En eventos como este, a través de los años, conformó una red de colegas internacionales con los que se mantuvo en contacto para intercambiar información y para colaborar en distintos proyectos. Así fue nombrado como vicepresidente para Suramérica en la Comisión del Mapa Geológico del Mundo. “Mi primera asamblea en el Comité fue en 2012, y recuerdo que fue allí que conocí el mapa geológico de Norteamérica, desarrollado por los servicios geológicos de Estados Unidos y Canadá en Google Earth. Nosotros también hicimos una versión para Google Earth, pero mejorada, con el de Colombia. Esta salió en 2015”.
Motivado por la experiencia en Inglaterra, buscó apoyo de la entidad para socializar el Mapa Geológico de Colombia ante el Presidente de la República. Se le presentaron obstáculos, claro, pero no desistió y, de esa manera, logró llegar hasta la Casa de Nariño para un evento oficial en el que logró su cometido. En ese escenario también encontró el apoyo necesario para viajar, varias semanas después, al XXXIII Congreso Internacional de Geología, realizado en 2008 en Oslo, Noruega, donde expuso el mapa y tuvo una gran acogida.
Con este mapa, que recibió reconocimientos como el Sello de Excelencia de Gobierno Digital, otorgado por el Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones, Jorge empezó a visitar las escuelas de Geología de distintas universidades y a narrar la experiencia de haber liderado su elaboración. Ese acercamiento a los estudiantes le permitió afianzar sus habilidades para comunicar el trabajo realizado por el grupo de Cartografía del SGC hacia el exterior de la entidad.
Otros retos en el camino
“En el taller adquirimos la responsabilidad de hacer el mapa de los Andes y la Patagonia, y los brasileños se comprometieron a hacer el de la Plataforma Suramericana, que es básicamente Brasil y las Guayanas. A partir de ese momento, con la misma metodología con la que hicimos el mapa de Colombia, empezamos a avanzar en el proceso”, recuerda Jorge. Fue así que para 2018 lograron tener la primera versión del producto, el cual entró en proceso de revisión por pares científicos internacionales a principios de 2019 y fue lanzado a nivel internacional en noviembre de ese mismo año.
Este mapa también recibió varios reconocimientos, entre ellos la Distinción Fundadores “Luis Guillermo Durán–Padre Jesús Emilio Ramírez” a la excelencia, otorgada en 2021 por la Sociedad Colombiana de Geología, y el premio al mejor mapa de 2023, entregado por la revista Journal of Maps.
Mediante la realización de proyectos cartográficos tan ambiciosos, Jorge también pudo fortalecer el vínculo con la escritura, edición y la corrección de estilo. Precisamente, durante la etapa de la pandemia, se dedicó a sacar adelante un libro sobre la geología de Colombia. Al final, esta publicación se convirtió en cuatro libros con 58 capítulos, en los cuales distintos autores abordan aspectos diversos sobre la geología del país. “Todo este esfuerzo también tuvo un despliegue en medios de comunicación, incluidos más de 15 artículos que hicimos con la periodista científica Lisbeth Fog y que fueron publicados en los principales periódicos del país”.
Cuando Jorge habla de los mapas, artículos científicos, eventos, conferencias, gestión de publicaciones en medios y demás actividades que han formado parte de su agenda como funcionario del SGC, lo hace con la satisfacción de haber cumplido y, sobre todo, de haber aprendido en el proceso.
Poco habla del cansancio y de los sacrificios del camino porque prefiere darle protagonismo a las actividades en las que está concentrado actualmente: la edición de un libro de la geología de Colombia con la prestigiosa editorial The Geological Society of London; la organización de un simposio sobre el mismo tema en septiembre de este año, y la planeación y coordinación de la reunión del Comité Ejecutivo de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (la cual se hará en Colombia a inicios de 2026).
Todo esto está por venir, pero hay un sueño más grande que todo ello: la elaboración del Mapa Geológico del Mundo. Lo ve como el gran reto que asumirá el día en el que se retire porque, aunque ya no esté en el SGC, seguirá siendo el mismo Jorge que nació “predestinado” para dedicarse a las geociencias.