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Lengua de señas
Es el coordinador de la sede Medellín y del grupo de Investigación y Evaluación de Dinámicas Geológicas del Noroccidente Colombiano del SGC, pero, sobre todo, un admirador eterno de la naturaleza. Siempre tiene la mirada dispuesta para asombrarse y, en esta historia, nos da una muestra de ello.
Una cadena montañosa, con cumbres nevadas iluminadas por el sol y laderas que desembocan en cañones profundos, se origina cuando Tomás Correa disuelve, sobre una lámina de vidrio, una pizca de sal de Epsom con algunas gotas de agua. Esa mezcla, vista desde el mismo microscopio petrográfico con el que los geólogos de la sede Medellín del SGC han analizado cientos de secciones delgadas de roca, revela un paisaje efímero al ritmo de la cristalización, un proceso por el cual las partículas de los minerales (en estado líquido o gaseoso) se entrelazan y solidifican.
Mientras mira por el microscopio, en la esquina de la lámina aparece un meteorito que, en cuestión de segundos, acaba con ese mundo diminuto. Lo que sucede en realidad es que culmina la cristalización, pero para Tomás es más poético pensar en un desenlace narrativo para esa historia contada por la química, en un fin digno para esa obra de arte hecha con agua y sulfato de magnesio. Con ello confirma que es posible encontrar la belleza en todas partes cuando se ama la naturaleza, como decía Vincent van Gogh.
Desde entonces, ha sido testigo de escenas en las que “vuelan mariposas” a partir de ácido ascórbico (cristales de vitamina C), “crecen helechos” entre la misma sal Epsom, y se forman “piedras preciosas” en sulfatos de potasio y aluminio (más conocido como piedra alumbre), cobre y magnesio. “Esta exploración me entusiasmó mucho porque vi el poder pedagógico y de divulgación científica que podía tener. La unión de la ciencia y el arte tiene resultados espectaculares y, en este caso, ese mundo microscópico pone a volar la imaginación y genera mucho asombro con esa belleza estética, pero también invita a abordar muchos conceptos de la ciencia”, cuenta Tomás.
Durante sus observaciones, ha podido hacerse una idea más precisa o, mejor, una imagen más nítida, sobre cómo se da la cristalización para distintos tipos de minerales, específicamente en procesos geológicos como la génesis de rocas volcánicas a partir del enfriamiento del magma. “Los geólogos entendemos cómo se originan esas rocas, pero nunca podemos ver su conformación a nivel microscópico, entonces estos experimentos me han permitido imaginar con más detalles cómo sucede y, por supuesto, maravillarme con los resultados”.
La curiosidad es cuestión de hábito
“¡Qué no hace Tomás!”, dice Juan Ramón Peláez, geólogo de la sede Medellín del SGC, durante una conversación informal con la que confirma que su amigo y compañero de trabajo tiene múltiples habilidades: desde nadar en las modalidades de bieleta y monoaleta (con las que ha participado en campeonatos nacionales e internacionales) y fotografiar sus salidas de campo, hasta jugar tenis de mesa y cantar. Aún así, lo más importante para Tomás es aprovechar el tiempo para estar con Diana, su esposa, y Sebastián, su hijo, a quien le ha inculcado el hábito de la lectura de la misma manera en la que su madre, María Adela (Q.E.P.D.), se lo enseñó a él.
Ese hábito ha sido el alimento infinito de su curiosidad y su curiosidad ha sido el hambre insaciable con la que llega a los libros y con la que se mueve por el mundo. La fiebre por la lectura lo ha acompañado en todas las etapas de su vida: desde su infancia, cuando vivía en frente de la Biblioteca Pública Piloto y solo pasaba la calle para empezar una nueva aventura literaria, hasta la actualidad, mientras invierte horas analizando textos que le permitan encontrar respuestas sobre cuestiones que lo cautivan. “Yo cojo un tema y me lo estudio. Investigo, veo videos, escucho podcast, hablo con expertos… Hago todo lo que me ayude a comprender lo máximo que pueda”, explica.
En estos días, por ejemplo, está dedicado a estudiar el fenómeno del diapirismo de lodo en Colombia, el cual le da origen a los volcanes de lodo presentes en la superficie continental y los fondos marinos del Caribe, y en los fondos marinos del Pacífico. De hecho, hizo parte del equipo de geólogos que llegó al volcán Los Aburridos (Turbo, Antioquia), después de que este erupcionó el 11 de noviembre de 2024. La información que él y los otros investigadores recaudaron, aportará a distintos objetivos de la Dirección de Geoamenazas del SGC, entre ellas, diseñar las metodologías para monitorear el vulcanismo de lodo y desarrollar mapas de amenaza que contribuyan a la gestión de riesgo para este fenómeno.
“Fue fascinante desde el punto de vista geológico, pero también como un admirador de la naturaleza. Fue increíble ver un fenómeno así, porque uno está acostumbrado a ver las cosas enterradas por el tiempo e imaginarse cómo ocurrieron los depósitos en el momento de la formación, pero aquí pude observar de primera mano el comportamiento, movimiento, dinámica del fluido y productos de la erupción. También pudimos ver las amenazas, teniendo en cuenta que, además de la erupción de los lodos, estas estructuras pueden generar explosiones, liberar gases, originar incendios…”.
Cuando cuenta experiencias como la de Los Aburridos, Tomás da muestras de una destreza narrativa con la que contagia su fascinación por la naturaleza y la ciencia. Y eso no es raro, porque las palabras siempre han sido sus aliadas. Incluso le han llegado por herencia: el tío abuelo de su abuelo fue Tomás Carrasquilla, el reconocido escritor costumbrista, y su bisabuelo, Jesús Restrepo, hizo parte de Los Panídas, un movimiento literario y artístico (de este también hicieron parte personajes como el poeta León de Greiff) que nació en Medellín a principios del siglo XX.
Hablar de esos ancestros lo hace confesar su deseo de dedicarse a la literatura en algún momento de su vida y, por ello, escribe un diario con el que, además de registrar lo más importante que le sucede, encuentra los efectos terapéuticos de ordenar los pensamientos. Más allá de eso, también ha hecho pequeñas incursiones en publicaciones como la revista de la Universidad Eafit, para la que escribió el texto Una exploración de coltán en el Guainía. En este relata que, como parte de un trabajo para una empresa privada, llegó a un resguardo indígena para determinar si había presencia de coltán.
Sin embargo, mientras procedía con los estudios y, a la par admiraba la belleza de ese lugar de delfines rosados, tuvo una reflexión profunda sobre las amenazas de la minería sobre ese territorio ancestral. Esa inquietud lo motivó, a lo largo de varios años, a tomar decisiones como estudiar una especialización en Gestión Ambiental en la Universidad Nacional y dedicarse a la investigación geocientífica. Aún así, reconoce que también tuvo experiencias importantes en la industria, como el haber sido coordinador de un proyecto de exploración de oro en Nevada, Estados Unidos, y analista de bolsa para la valoración cuantitativa y semicuantitativa de empresas y proyectos mineros y petroleros.
El llamado de la naturaleza
Al final lo que inspiró a elegir el mundo de la investigación geocientífica fue el llamado de la naturaleza, el mismo que lo llevó a colectar ranas en el Colegio Benedictinos (allí había una quebrada), donde estudiaba la primaria, para mostrárselas con asombro a sus compañeros de clase; a elegir fortuitamente la geología (primero quiso estudiar biología), donde encontró una conexión poderosa y definitiva con la historia de la Tierra; y a trabajar como auxiliar de campo (durante las vacaciones universitarias), y luego como geólogo, para Gabriel Rodríguez, quien coordinó la sede Medellín del SGC por varios años y con quien recorrió varias zonas del país analizando rocas y estructuras en diferentes proyectos de investigación y cartografía geológica.
Ese mismo llamado fue el que, instintivamente, le mostró el camino hacia los micromundos de cristal, en los que es un expedicionario tan avezado como Tintín, su personaje literario favorito, y el que le seguirá confirmando que la belleza está en todas partes, lista para aparecer ante los ojos dispuestos y la atención plena.
*Esta charla fue organizada por la Sociedad Colombiana de Geología en las instalaciones del Planetario de Medellín.